24 marzo 2010

Japon (IX): Kyoto

Después de Nara, Kyoto. Estábamos on fire.

Como era de esperar, nos despertamos más tarde de lo planeado, por lo que no fuimos con mucho tiempo de sobra. Yo tampoco quería ver muchos templos (en Kyoto hay cosa de 14 o 15 importantes), sino más bien ver un poco de que iba la ciudad, que según decían era muy distinta a Osaka y, por supuesto, a Nara.

Aún así, nada más llegar fuimos raudos y veloces (esto último tómese con poca literalidad) a ver el templo Kiyomizu-dera. El templo se pone precioso en primavera y en otoño, por aquello de los árboles en flor. En invierno estaban más bien deprimidos, aún así, el templo es precioso y muy grande. Muestras:







Creo que no está de más decir que los templos no son un sólo edificio, sino varios, cada uno con su significado y la mayoría sirven para rezar pidiendo distintas cosas. Es como un sistema de ventanillas de cualquier secretaría "no no, para pedir felicidad eterna es ese edificio de allí, aquí sólo se pueden pedir aumentos de sueldo".

Y sí, estuve allí, no he sacado las fotos de google.




Nótese la apariencia de adonis de metro noventa de la segunda foto. El entorno ayuda, debo reconocer.

Lo más bonito y frecuentado del templo eran una especie de balcones desde los cuales se veía la ciudad y bañados por un mar de ¿cerezos? (en aquellos momentos estaban más secos que la mojama).



Una costumbre curiosa (para que nadie se acueste sin saber algo nuevo) es el lavado de manos, no recuerdo por qué lo hacían (como guía turístico no tengo precio), pero lo cierto es todos seguían el ritual, cogían el agua de la boca del dragón con un cazo, y se lavaban las manos.



Tras este templo nos fuimos a comer (ya tarde tarde) y cogimos corriendo un autobús para ver el bosque de bambú (que curioooooosamente estaba en la otra punta de la ciudad). Tras enfrentarnos al abusivo precio del autobús llegamos con la gran fortuna de que empezaba a anochecer, y las cosas como son, el bambú a oscuras luce menos. Pero no sólo eso, sino que para llegar al susodicho había que atravesar un parque en el cual las indicaciones estaban fatal (o eso decía María, yo, como ustedes comprenderán no estoy en posición de opinar). Aparte de la mala señalización a la misión se le sumó una seria complicación, en Japón parecen desconocer el significado del concepto "farola" y antes de darnos cuenta nos encontramos completamente a oscuras en una carretera que no sabemos a donde lleva, pero que desde luego no parece muy preparada para el tránsito turístico. Decidimos que más vale una retirada a tiempo y volvemos para Osaka destrozados, por que vale, apenas vimos nada, pero caminar caminamos un rato.

Lo curioso es que María luego me dijo que cuando volvió a Kyoto fue al bosque... e ibamos bien. Quizá si hubiéramos seguido habríamos desvelado el secreto del bambú fosforito.

Nunca se sabrá.

21 marzo 2010

Japon (VIII): Nara

Tras volver del Onsen ya tocaba hacer algo de visitas turísticas típicas. Empezamos por Nara, una ciudad pequeñita conocida por tener el buda más grande del mundo y a los ciervos sueltos por los parques.



El tema de los ciervos es algo espectacular, hubo un momento en que los vi cruzar por un paso de cebra ¡en verde! Es decir, que se esperaron junto al resto de la gente a que el semáforo cambiase de color y cruzaron. Podría decirse que los ciervos de Nara saben más de educación vial que muchos españoles. Además, se dejaban acariciar sin problemas.



De ahí fuimos al templo Todaiji, que como he dicho tiene dentro el buda más grande del mundo, o eso me dijeron. La cuestión es que la estatua era descomunal. Como no, mejor verlo en fotos.




Fijaos en la proporción de edificio con respecto a las personas. Según tengo entendido se trataba también del edificio de madera más grande el mundo. Y si visualizáis su altura desde fuera, mirad lo que tenía dentro.



Proximamente: Kyoto.