17 enero 2010

Japon (IV): Adaptation

Como ya dije, el viaje hasta Osaka fue agotador. Salí de España el día 23 y llegué a Japón el día 25, con el agravante de que llegué allí a las 9:30 hora local. Es decir, con todo el día por delante antes de ir a dormir. No me preocupaba, a un hombre vigoroso e indestructible como yo el jet lag le debe dar igual.

Junto a María, en el aeropuerto me esperaba también Lawrence, que había venido con el coche para ir directamente a su casa. Aquí empiezan la sorpresas. ¡En Japón se conduce por la izquierda! y sobre todo ¿ésto es un coche?

Como respuesta a lo segundo luego descubrí que en Japón les gusta hacer los coches a escala. Sirva esta foto como ejemplo.




Y aunque de vez en cuando se ve algún BMW o Audi, lo cierto es que casi todos los coches son así, pequeños, muy pequeños. Esto ya me parece representativo sobre Japón y su cultura. Lo práctico es lo primero, el alarde no tiene sentido si no es una incomodidad en otros aspecto. En este sentido, opuesto a Estados Unidos, donde el coche típico es algo así. En Europa parece que nos gusta un punto medio.

Llegamos a la casa (yo alucino, of course) y enseguida Lawrence nos insta a coger las bicis que nos va a enseñar los alrededores para que sepamos valernos por nosotros mismos. El hombre tiene 7 u 8 bicis preparadas para los invitados. Esta fue una de las cosas que más me gustó de Japón. Este año me he comprado una bici y la utilizo todo lo que puedo en Granada. La utilizo aún consciente de que si a un policía se le cruza los cables me puede multar por engancharla a un farola o por ir por la acera. La alternativa es ir por la carretera y jugarme la vida circulando en el caótico tráfico granadino. Allí sin embargo se veían bicis por todos lados, usándolas desde los más jóvenes hasta señoras mayores que van a hacer la compra. Según nos contó Lawrence, por otra parte, el uso de la bicicleta está completamente regulado y los ciclistas están absolutamente respetados por los conductores. Ni que decir tiene que casi nunca era necesario poner ningún tipo de candado. Allí no te roba nadie.

Cogimos la bici y tras 30 horas de viaje no hay nada mejor que recorrerte unos kilometros en bici. Estoy hecho un toro, no preocupa. Lawrence nos enseña el supermercado, el videoclub, el FamilyMart (ya hablaré de esto) y la estación de trenes. Yo voy flipando por el camino con las casa (ya puse fotos en el anterior post) entre las voces de María y Lawrence: "Taimar, conduce por la izquierda que te atropellan".

Otro de los sitios a los que nos lleva es a un cadena de comida (como Burger King pero sano... en Japón hay muchísimas cadenas de comida "rápida"). Allí hay sopa de miso, diversas piezas de pescado, algo de carne, sopa de fideos y por supuesto arroz. Es como un buffet, te sirves lo que quieres y pagas al final.


Esta foto es de la segunda vez que fuimos en la cual creí que un el huevo que había cogido era un huevo duro, lo apreté para abrirlo, exploto y me llené de yema el pelo. Lo mejor es que tuve un trozo de pelo brillante como su hubiera usado un champú especial durante dos días. Ya sabéis, lavaros el pelo con huevos.

No fui capaz de acabarme la comida, pero no hay problema, en el restaurante tiene preparados tuppers de plástico para que te lleves la comida (y te dan palillos, claro). Característica muy importante de Japón, está todo pensado y preparado para darte todas las facilidades. Nos llevamos la comida y vuelta para casa. Y yo, vigoroso y como nuevo, por supuesto.

María empieza a toser cada vez con más insistencia. Antes de la noche ya está en la cama con un poco de fiebre.

Al día siguiente despertamos los dos con un gripazo impresionante. Y yo, además, dolorido por todos sitios y con un agotamiento fuera de lo normal.

Jet Lag, we meet at last.

No os fiéis, cuando hagáis viajes largos nunca hay que olvidar que el Jet lag estará ahí, expectante, para atacar en tu mayor momento de debilidad.

Y con gripe, metidos en cama con fiebre pasaron la práctica totalidad de los primeros cinco días en japón. Eso sí, la habitación muy bonita. Pero es de recibo decir que en Japón las casa son de papel, LITERALMENTE. Las ventanas que tenían que evitar que el frío polar entrase estaban hechas de papel. Y las paredes... del grosor de una puerta de armario. María y yo dormíamos con dos edredones gordos, dos finos, dos mantas y dos fundas. Por las mañanas nos despertábamos con cierta sensación de aplastamiento. Eso sí, nada de frío.

3 comentarios:

Adri dijo...

Que sepas que, incluso en mi condición de pseudo-turista en Delhi, me estás dando una envidia que acojona.

Btw, aquí también te dan un tupper por si te quieres llevar las sobras a casa, pero suelen estar un tanto mugrientos. Ya sabes, la limpieza, esa cosa estúpida de los occidentales (y japoneses) :P

Frozen dijo...

Desde luego, Japón está como los chorros del oro por todos sitios. Sólo Suiza me pareció igual de limpio.

Caminante (El chico que camina) dijo...

Qué bien tu vuelta.
Y con este viaje a Japón.
Qué envidia.

Cómo comprendo lo de los autobuses de la Rober... son lo peor.

Esperamos que nos sigas contando tus anécdotas.