27 abril 2007

Carta de amor para Lucía

Vuela esta carta para tí, Lucía. El viento correoso te la llevará, para eso lo soborné.

Seguramente, cuando leas esto quedarán apenas unos días para que yo deje la lejanía y te cante esa canción de Serrat, sin voz, con sólo mirarte. Sin embargo, esos días todavía se ven ligeramente lejanos hoy, que mi mano escribe esto.

Las ganas de que llegue el momento de volver no dejan de oprimirme el pecho, me sorprendo a mí mismo en todo momento soñando el momento de mi vuelta, de nuestro reencuentro y de la posterior huida de este mundo, contigo, sin mover los pies.

No quisiera desvelarte más, cuando te apriete entre mis brazos te desvelaré al oído todas mis ensoñaciones, y entonces, sé que me oirás, sonreirás, y ya habremos volado lejos.

Vuela esta carta para tí, Lucía, brevemente cubierta de palabras e infinitamente llena de tí.

20 abril 2007

Carta de amor escurridizo

Siento marcharme así. Siento no haber despertado esta mañana junto a tí. Siento ser tan cobarde. Siento tantas cosas... Pero tenía que marcharme, no podía hacer otra cosa, no podía quedarme, me sentía ahogado.

Sé que te prometí muchas cosas, se que las estoy incumpliendo todas marchándome, dejarte tirada nunca fue una de mis promesas, pero te aseguro que jamás fue tampoco mi intención. Pero tienes que entenderme, tienes que intentarlo. Sé que es difícil, a decir verdad, a mí mismo me cuesta entenderme. No sé porqué he decidido esto, se me ocurren cientos de motivos para no hacerlo, y alguno para hacerlo, la cuestión es que dentro de mí, necesitaba hacerlo, necesitaba marcharme, senti una gran opresión en el pecho, como una advertencia, una premonición. Creo que la vida a veces nos manda mensajes, para que rectifiquemos. Casi nunca lo hacemos, somos cabezones, por naturaleza. Yo hoy he hecho caso a ese mensaje, y quiero estar convencido de que estoy haciendo lo correcto.

Nunca me he llevado bien con el compromiso, ya lo sabes, nunca me he comprometido, ni siquiera conmigo mismo. Esta última semana, por primera vez, he sentido compromiso en mi vida, y he tenido ganas de asumirlo. Pero esta mañana me he sentido impotente, probablemente es porque no me he sentido preparado, siempre pensé que lo estaba, que cuando quisiera, me comprometería. No es así.

Me tiembla la mano mientras escribo esto, mis palabras son inseguras y mi letra temblorosa. Y también tiemblo de pensar que en cualquier momento puedes despertarte, encontrarme, mirarme... y que vuelva la confusión a mi cabeza, a mi mundo. Sé que basta una mirada y una palabra tuya para que se tambalee toda mi determinación, por eso quiero despedirme así, por eso no me atrevo a entrar en la habitación, para despedirme aunque sea de tu imagen. Puede que fuese lo mejor, que llegases ahora, me pillases, y me quedase, pero eso no lo sé, y ahora mismo he tomado esta decisión, y me cuesta mucho tomar decisiones, por eso prefiero que no vengas, que no me hagas dudar. Quizá te sirva de algo, que dudé hasta el ultimo momento, que estoy dudando ahora que escribo esto, y ahora, que tú lo lees, y puede que dude eternamente, cuando más escribo más dudo, no me atrevo a despegarme.

Mejor lo dejo aquí. Por favor, no me llames. Por favor, procura entenderme tú, ya que yo no me entiendo. Por favor, no dejes que yo esclavice tus sueños.

13 abril 2007

Carta de amor improvisada

Hola cielo.
Me da miedo escribir aquí, ya sabes que nunca se me dieron bien las letras, ni las ciencias, probablemente nunca fui buena en nada, probablemente sí. Pero aunque no sirviese para nada, tú encontraste algo en mí, no sé que fue, pero lo encontraste. Me quisiste, me quieres, y me acunaste en tus brazos, me acogiste en tu mundo de colores, de sonrisas… de vida. Ahora, en la distancia del tiempo, miro atrás y recuerdo cuando eso ocurrió, cuando te acercaste a mí y me hablaste, tan calmado y pausado, eras especial, lo supe en cuanto te vi y enseguida quise saber más de ti, quise conocerte, quise quererte, sí, quise quererte, desee desde el primer día que me enamorases, no sé si es algo que ocurre a menudo, a veces el amor ocurre, sin más, otras veces se busca desesperadamente en cada cara que te cruzas en la calle, y otras sencillamente se desea, se fantasea con el amor, con las sensaciones que produce, como una fantasía sexual. Tú fuiste mi fantasía, eras aquel con el que soñaba estar enamorada y me sonreía pensando en como sería estar enamorada de ti.
No tardé en hacer realidad mi fantasía, mi amor fue rápidamente más que una realidad, fue un soplo de viento, pues mi amor por ti no era doloroso, era una compañía, nunca una carga, era feliz viviendo en mi sueño, no me preocupaba que tú sintieses lo mismo (aunque lo deseaba, por supuesto, todo el mundo quiere que amor sea correspondido), yo me sentía bien con lo que sentía, pues no veía un amor destructivo, no concebía que me hicieses daño o que no debiese estar enamorada de ti, no había remordimientos en mis sentimientos, se podría decir que la razón se encontraba en concordancia con el corazón, toda la paz que siempre has transmitido la justifica. Existías, y yo existía contigo, y todo eso bastaba, el mundo estaba bien así. Sin embargo, un día te acercaste por detrás, me tapaste los ojos y me dijiste que me querías, a mí y a mi tatuaje en el pie, que querías compartir tu vida conmigo y con el tatuaje, y que debía de ser con ambos, porque no tenías un cuchillo para cortarme el pie. Me dijiste podías sentir mi corazón latir con sólo mirarme, yo sabía que era verdad, estaba sintiendo el tuyo sin mirarte. Me tapabas los ojos porque no te sentías capaz de decírmelo mirándome a los ojos, sé que siempre te intimidaron, y siempre fuiste muy tímido, creo que te vi temblar por primera vez cuando te miré fijamente y te sonreí, note que toda tu calma desapareció, juraría que se te aceleró el pulso. Entonces yo cogí suavemente tus manos y las llevé a tapar tus ojos, no dijiste nada, sonreías, comprendiste enseguida mi respuesta, la esperabas, sino nunca te habrías atrevido a decírmelo. Entonces te destapaste los ojos y me miraste, a los ojos, y yo te dije que me abrazases, y que no dejases nunca de hacerlo.
Lo hiciste, nunca dejé de sentir tu abrazo eterno, ahora mismo lo estoy sintiendo.
Un día viendo una película te pregunté si creías que yo hubiese sido una buena reina, recuerdo que me dijiste que nunca podría haber sido siquiera princesa porque tenía los pies demasiado grandes para que me entrasen los zapatitos de palacio. Tenías razón, era demasiado soñadora para calzarme un reino de responsabilidades.
Sin embargo, soy una princesa, a la que los domingos le traen el desayuno a la cama y que todos los días se duerme con un beso bailando en sus labios, una princesa de pies grandes y pintarrajeados.
Espero que no te haya asustado esta carta encima de la mesa, sé que estas cosas se suelen hacer para acabar con una relación, en esas cartas se dice que quieres acabar con lo mejor que te ha pasado en la vida, siempre se dice lo mismo. Pero esta no es una de esas, sólo me he levantado esta mañana y fuera hacía uno de los días más grises que recuerdo, y llovía, llovía desagradablemente, sin embargo, me he dado la vuelta en la cama y al verte he necesitado escribirte esto, llámame ñoña, cursi o lo quieras, llámame cobarde también, pero igual que tú me cuesta decirte que te quiero mirándote a los ojos, pues tus ojos también me imponen. Y tranquilo, que hoy no es ni nuestro aniversario ni ninguna otra fecha que hayas olvidado, sencillamente quería escribirte, que parece que a veces necesitamos automatizar también nuestro afecto según nos dicte el calendario.
Volveré a las ocho para cenar.
Te quiero.

06 abril 2007

Carta de amor invernal

Saludos desde la penetrante distancia.

Aquí todo lo que hay es frío, excepto las infusiones bien calentitas y bien ricas. A la calle hay que salir cubierto por cuatro capas de ropa mínimo. Y me paso el día pegado a la estufa. El frío no se hizo para mí.

Entre tembleque y tembleque me da algo de tiempo de escribir y tocar la guitarra. Es paradójico, pero con tanta frialdad alrededor se agudiza mi inspiración. Las melodías y los versos me vienen hechos en cuanto veo nevar tras el cristal de la ventana. Tal vez mi musa sea el frío, el invierno, la nieve, o todo a la vez. No lo sé, tal vez mi musa sea la soledad, o tal vez la musa sea tu recuerdo. Realmente no tengo claro porqué, tal vez sea una combinación de todo. Prometo mandarte pronto algo, para que me pongas a parir, para que me bajes de la nube a la realidad, y ojalá que también para que me halagues un poquito y yo pueda flotar entre tus palabras de reconocimiento.

La soledad aquí es distinta. Allí, en España, la soledad es pesada, triste, y casi siempre va unida al silencio, ya sea interior o exterior. La soledad se relaciona con estar solo. Aquí no. Aquí cuando estas solo te invade la paz, es todo más tranquilo, más reposado. Y sin embargo nadie llega tarde. Es curioso. Mi soledad en este sitio no se debe a que no tenga nadie con quien hablar, se debe a que no estas tú. Faltas. Y se nota. El vacío que provoca tu ausencia es tan inmenso que me ahoga sólo la idea de plantearmelo. Pero no quiero con esto hacerte sentir mal por mí, yó fui quien decidí ir aquí, yo decidí este camino. Ahora paladeo el sabor de ciertas consecuencias. Sabía lo que me pasaría. Pero creo que nunca llegué a ser consciente de ello. La realidad siempre es más dura.

Me encantaría que me visitases algún día. No por hacer turismo, no por conocer nuevos horizontes, sé que esto no te gustaría. Sólo porque te necesito. Sé que es egoísta, sé que probablemente ya estes retomando tu vida, por tanto, espero que entiendas que no es una orden, ni una súplica, tan sólo una petición, un favor, si quieres. Te necesito aquí. Necesito saber que sentiré si vuelvo a verte, necesito sentir el calor de un abrazo (calor, añorado calor), una mirada conocida, tal vez sólo oir un poco de español. La adaptación es dura. Siento que me estoy convirtiendo en una nueva especie, antes era un español rodeado de sol y de cachondeo, y ahora soy un nórdico rodeado de frío y seriedad. Estoy mutando.

Tengo la sensación de que escribo incoherentemente. No sé porqué decidí enfrentarme al papel, y escribirte. Añorarte, verte, tocarte. Y es que siento que te estoy tocando con esta tinta. Espero no hacer daño con esto, no estoy escribiendo pensando en las consecuencias de esto, siempre he sido un poco inconsciente, ya lo sabes. La visceralidad a veces trae besos y a veces llantos.

Tendría mil cosas más que decirte, pero siento que si sigo escribiendo sólo voy a divagar alrededor de mi propio ego.

Espero que todo vaya bien por el sur. Aquí tus recuerdos revolotean por la habitación, y hoy decidí cazarlos y acurrucarlos. Espero que sepas perdonarme.

Un beso enorme y caloroso, muy caluroso.

04 abril 2007

Al décimo

Siempre me han encantado aquellos que hacen cosillas nuevas en la música, que saben sacarle un mayor partidoa los instrumentos, que los utilizan de nuevas maneras, que obtienen nuevos sonidos y experimentan. Tres dispares ejemplos de esto eran Michael Hedges, KT Tunstall o Sigur Ros.

Hoy, otro capítulo más. Ésta vez le toca a Arcade Fire, los canadienses han editado recientemente su segundo disco, Neon Bible, y por internet circulan videos como este, en el cual interpretan una canción dentro de un ascensor y por supuesto, con experimentación en los intrumentos, o más bien con cosas que no son instrumentos.