13 abril 2007

Carta de amor improvisada

Hola cielo.
Me da miedo escribir aquí, ya sabes que nunca se me dieron bien las letras, ni las ciencias, probablemente nunca fui buena en nada, probablemente sí. Pero aunque no sirviese para nada, tú encontraste algo en mí, no sé que fue, pero lo encontraste. Me quisiste, me quieres, y me acunaste en tus brazos, me acogiste en tu mundo de colores, de sonrisas… de vida. Ahora, en la distancia del tiempo, miro atrás y recuerdo cuando eso ocurrió, cuando te acercaste a mí y me hablaste, tan calmado y pausado, eras especial, lo supe en cuanto te vi y enseguida quise saber más de ti, quise conocerte, quise quererte, sí, quise quererte, desee desde el primer día que me enamorases, no sé si es algo que ocurre a menudo, a veces el amor ocurre, sin más, otras veces se busca desesperadamente en cada cara que te cruzas en la calle, y otras sencillamente se desea, se fantasea con el amor, con las sensaciones que produce, como una fantasía sexual. Tú fuiste mi fantasía, eras aquel con el que soñaba estar enamorada y me sonreía pensando en como sería estar enamorada de ti.
No tardé en hacer realidad mi fantasía, mi amor fue rápidamente más que una realidad, fue un soplo de viento, pues mi amor por ti no era doloroso, era una compañía, nunca una carga, era feliz viviendo en mi sueño, no me preocupaba que tú sintieses lo mismo (aunque lo deseaba, por supuesto, todo el mundo quiere que amor sea correspondido), yo me sentía bien con lo que sentía, pues no veía un amor destructivo, no concebía que me hicieses daño o que no debiese estar enamorada de ti, no había remordimientos en mis sentimientos, se podría decir que la razón se encontraba en concordancia con el corazón, toda la paz que siempre has transmitido la justifica. Existías, y yo existía contigo, y todo eso bastaba, el mundo estaba bien así. Sin embargo, un día te acercaste por detrás, me tapaste los ojos y me dijiste que me querías, a mí y a mi tatuaje en el pie, que querías compartir tu vida conmigo y con el tatuaje, y que debía de ser con ambos, porque no tenías un cuchillo para cortarme el pie. Me dijiste podías sentir mi corazón latir con sólo mirarme, yo sabía que era verdad, estaba sintiendo el tuyo sin mirarte. Me tapabas los ojos porque no te sentías capaz de decírmelo mirándome a los ojos, sé que siempre te intimidaron, y siempre fuiste muy tímido, creo que te vi temblar por primera vez cuando te miré fijamente y te sonreí, note que toda tu calma desapareció, juraría que se te aceleró el pulso. Entonces yo cogí suavemente tus manos y las llevé a tapar tus ojos, no dijiste nada, sonreías, comprendiste enseguida mi respuesta, la esperabas, sino nunca te habrías atrevido a decírmelo. Entonces te destapaste los ojos y me miraste, a los ojos, y yo te dije que me abrazases, y que no dejases nunca de hacerlo.
Lo hiciste, nunca dejé de sentir tu abrazo eterno, ahora mismo lo estoy sintiendo.
Un día viendo una película te pregunté si creías que yo hubiese sido una buena reina, recuerdo que me dijiste que nunca podría haber sido siquiera princesa porque tenía los pies demasiado grandes para que me entrasen los zapatitos de palacio. Tenías razón, era demasiado soñadora para calzarme un reino de responsabilidades.
Sin embargo, soy una princesa, a la que los domingos le traen el desayuno a la cama y que todos los días se duerme con un beso bailando en sus labios, una princesa de pies grandes y pintarrajeados.
Espero que no te haya asustado esta carta encima de la mesa, sé que estas cosas se suelen hacer para acabar con una relación, en esas cartas se dice que quieres acabar con lo mejor que te ha pasado en la vida, siempre se dice lo mismo. Pero esta no es una de esas, sólo me he levantado esta mañana y fuera hacía uno de los días más grises que recuerdo, y llovía, llovía desagradablemente, sin embargo, me he dado la vuelta en la cama y al verte he necesitado escribirte esto, llámame ñoña, cursi o lo quieras, llámame cobarde también, pero igual que tú me cuesta decirte que te quiero mirándote a los ojos, pues tus ojos también me imponen. Y tranquilo, que hoy no es ni nuestro aniversario ni ninguna otra fecha que hayas olvidado, sencillamente quería escribirte, que parece que a veces necesitamos automatizar también nuestro afecto según nos dicte el calendario.
Volveré a las ocho para cenar.
Te quiero.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he vuelto a leer la carta, y me ha vuelto a encantar ! Hacia mucho que no entraba en tu blog, perdí esa bella costumbre y quiero retomarla.
La verdad es que el amor ahora mismo lo veo como una fantasía, como algo hipócrita y no se porque. Pero bueno, eso sera el no estar enamorada,y lo veo todo desde otro punto de vista. Pero sigues escupiendo palabras que me hacen que mi alma las tenga.

Un besote enoooooorme !

^^

Johnymepeino dijo...

El amor nunca podría ser hipócrita. Ni aunque quisiera. El amor no sabe más que amar.

otra cosa es que nosotros a Doña hipocresía convengamos en llamarla amor.

Felicidades a las dos :)

poti dijo...

Buenas Tai...

Como te ha dado ahora por las cartas!!

Joer, que bien te salen, me he puesto a buscar y me he leido todas, desde aquella de "aloha ma chere" ;)

Sigue así fenomeno..un abrazo!!

Löla dijo...

Qué amoroso estás últimamente!! ^^
A veces la gente se empeña en en hacer cosas especiales únicamente en los aniversarios, o en fechas fijadas comercialmente y se regalan cosas y cosas.. y se les olvida que el mejor regalo son las vivencias del día a día

pcbcarp dijo...

A pesar de mis denodados esfuerzos por seguir alzando la ceja como el viejo Clint, no dejo de sentir envidia al leer estas cosas que escribes. ;)