Leía hace unos días en
Meneame que reparar los aseos del botellódromo de Granada cuesta 2000 euros semanales. Casi ná. Aún asumiendo que esta cifra esta seguramente hinchada, no deja de ser una barbaridad. Si os molestáis en leer
el artículo entero veréis que no sólo se trata de falta de higiene al asearse o de una simple masificación de gente, se aprecian varios síntomas de vandalismo. En definitiva, de ningún respeto hacia lo público, algo que en España se debería de empezar a aprender de países más al norte, muy fríos y distantes sí, pero no se cagan en el sitio donde vas a pisar tú luego. Eso señores, es respeto, no una sonrisa falsa cada vez que te encuentras a alguien conocido.
Nunca he sido partidario del botellón, pero aún así lo defiendo, no entiendo esa necesidad de masificarse para beber, pero sí entiendo que hay gente que para divertirse necesita beber y hacerlo en un bar o un pub no está al alcance de todos los bolsillos. El problema del botellón reside en la falta de respeto. Falta de respeto por el vecino al que no dejas dormir y falta de respeto por el lugar público que estas utilizando para beber. Y evidentemente, con varias copas de más encima, el respeto se diluye del todo.
A mí no me va a cambiar la vida lo más mínimo se haga lo que se haga con el botellón, pero aquellos que lo realizan deberían de empezar a pensar que las cosas hay que ganárselas, porque si alguien te deja entrar en su casa y cada semana le rompes un jarrón lo más probable es que no te deje entrar más, eso partiendo de la base de que te dejen entrar. Mucha suerte se ha tenido aquí de que permitan el botellón y que hayan habilitado un sitio para ello, devolvamosle la confianza, cojones.