Suena el despertador, te despiertas, te duchas, te miras al espejo y te miras, te ves. Te vistes rápidamente, desayunas. Vas al trabajo, a la universidad, al colegio, a donde sea, no te fijas si el cielo esta nublado o despejado, no miras tu alrededor, caminas ensimismado.
Cumples con tus deberes de cuidadano.
Vuelves a casa. Te entretienes con algo.
Y un día el despertador deja de importar, sólo importa el tiempo que te queda. Hasta que cierras los ojos y adelgazas 21 gramos, los 21 míseros gramos que pesa tu alma.
1 comentario:
¿Te he dicho alguna vez lo mucho (muchisimo) que me encantas?
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